Las mascarillas se utilizan para filtrar aire inhalado y/o exhalado y protegernos de partículas, agentes patógenos y otras sustancias que pueden ser nocivas para la salud. Es importante elegir bien el tipo de mascarilla para que sea efectiva y seguir al pie de la letra las instrucciones de uso.
Además, para evitar el contagio de enfermedades, se recomienda combinar el uso de mascarillas con otras medidas de higiene básicas. Por ejemplo el lavado frecuente de las manos con agua y jabón, o el uso de geles desinfectantes a base de alcohol.
Las más adecuadas para prevenir el contagio ante un brote de virus (o bacterias) son las mascarillas de protección respiratoria. Especialmente las denominadas FFP2 o FFP3 europeas y las N95 o su equivalente KN95.
Por otro lado, está la posibilidad de que la mascarilla tenga válvula. La válvula facilita la respiración y evita la condensación; se recomienda para largos periodos de uso, pero ya que no filtran el aire exhalado por el usuario, se puede contagiar a otros.
En cuanto a su lavado, si el fabricante indica que es reutilizable, se procederá según recomiende el mismo, para conservar todas las propiedades de la mascarilla y su efectividad. Así, el método de higienización debería estar indicado.
Existen los mismos tipos de mascarillas FFP2/KN95 para niños y poder protegerlos de agentes biológicos patógenos como bacterias, virus o hongos. Las mascarillas infantiles están diseñadas para niños entre 4 y 12 años y que puedan así ajustarse perfectamente a su cara. Es recomendable seguir las mismas medidas de higiene como uso de la mascarilla para minimizar el riesgo y maximizar su efectividad.